Opinión

Apuntes sobre el arte y la cultura de mi pueblo

por Mariano Schmidt*

Las Delicias se forjó a la par del desarrollo del tren y el trabajo que se asociaba a esa nueva tecnologia. Se forjó en el esfuerzo de los tamberos que acarreaban leche en carros tirados a caballo, en la constancia de los docentes que caminaban en el barro los kilómetros que separan la estación del ferrocarril de la escuela Las Delicias. Se forjó en el trabajo cotidiano de agricultores, productores y comerciantes.

Ahora hablaré de lo que me tocó vivir: a mi pueblo lo hicieron los que vistieron la camiseta de El Fortin; el Padre Rauch y la gurisada que iba de pesca; los Reyes Magos que llegaban a la plaza a caballo; la mujeres haciendo empanadas y tortas fritas para la capilla, el club o la escuelita; el papi-futbol; el voley en la plaza.

A mi pueblo lo hicieron los locros de las fechas patrias, la Fiesta Patronal, el Día del Niño.

Y si de arte hablamos, tenemos mucho más que tres mamotretos de cemento: arte es la de Rolo Mansilla payando. Arte es el de Pedro Ibarra recitando, o trabajando en cuero. Arte es Rosendo tocando la acordeon. Arte era la de Lucas Ríos con su voz y su guitarra. Arte hace Fabián Pereira y su luteria. Arte también hacen los más jóvenes, como Vladimir con su guitarra o los gurises que bailan folclore.

Arte es la forma en que embellece el caballaje la Agrupación Tradicionalista de la Escuela Las Delicias. Arte son los dibujos de Daniela. Arte es lo que hace Silvina con sus tejidos y lo que hace Titi en hierro. Arte son las macetas de Angel y los trabajos en madera de Mariela y Patricia. Arte es el escudo de El Fortin y el Sagrario de la Capilla hecho por las manos de Jorge Cechetti. Y seguramente hay muchos más ejemplos que en este momento no vienen a mi mente.

El valor de nuestro pueblo no está en el marketing y el cholulaje mediático.

El verdadero valor de nuestro pueblo no sale en televisión: es el esfuerzo cotidiano de los laburantes que van a Calisa o a Asado, o a Los Rusitos, o a la Escuela Las Delicias. Es el esfuerzo de los docentes y de los gurises que viajan para estudiar. Es el esfuerzo del trabajador común y corriente que todos los días sale de su hogar para ganar el sustento. Es la dedicación y el empeño que pone el comerciante.

Ese es el valor de nuestro pueblo. El día que lo reconozcamos en toda su dimensión, en lugar de detenernos en habladurías o en egoísmos que no conducen a nada, seremos todos un poquito más felices, y Las Delicias será el lugar del cual estemos orgullosos de pertenecer.

*M. Schmidt es vocal del Concejo Comunal y precandidato a Presidente Comunal

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