La guerra de Malvinas: una herida que no cierra
por Octavio Halle
La guerra de Malvinas, iniciada por la dictadura militar del General Galtieri en 1982, fue un capítulo triste y doloroso en la historia argentina. Una decisión ilegítima que solo condujo a la muerte de cientos de jóvenes soldados en las Islas y a la desatención de muchos otros al regresar, abandonados por las mismas Fuerzas Armadas que los enviaron a la batalla.
Rechazar los símbolos bélicos
Por esta razón, nos distanciamos de aquellos que, por ignorancia o mala intención, pretenden utilizar símbolos bélicos como único homenaje a los caídos. La decisión de ir a la guerra no fue un acto heroico, sino un manotazo de ahogado de una dictadura en retroceso frente a los reclamos de vuelta a la democracia. La táctica militar derivó en una tragedia que marcó a una generación y dejó una profunda herida en la sociedad argentina.
Reivindicar la guerra es parte del proceso de desmalvinización que sufrimos hasta 2003, reducir la causa Malvinas solo a la guerra es desconocer y pretender ocultar los reclamos de soberanía territorial y sobre los bienes naturales como la pesca y el petróleo.
Honrar la memoria de los soldados
Honrar la memoria de los soldados argentinos que lucharon en Malvinas no significa glorificar la guerra. Significa recordarlos con respeto y compasión, reconociendo el sacrificio que hicieron y las difíciles condiciones que enfrentaron. No solo de los que participaron de manera directa en el terreno de combate sino de aquellos que aún permaneciendo en distintos lugares del país a la espera de órdenes para ser enviados a la batalla. Esos miles de soldados, «colimbas» en su mayoría, no han recibido ni las gracias del parte del Estado ni de la población.
También significa reflexionar sobre las causas y consecuencias del conflicto, y trabajar para que nunca más se repita una tragedia similar.
Un homenaje a la paz
El verdadero homenaje a los caídos en Malvinas es construir un futuro de paz y diálogo. Es defender la soberanía argentina sobre las Islas por la vía diplomática y legal, sin recurrir a la violencia. Es trabajar por un país más justo e inclusivo, donde todos los argentinos tengan la oportunidad de vivir una vida digna y plena.
Por eso, solo cabe el rechazo a la política claudicante y entreguista de Javier Milei que agacha la cabeza ante el Reino Unido cada vez que puede.
Mantener vivos el reclamo y la memoria
Mantener viva la memoria de Malvinas no significa alimentar el rencor o el odio. Significa recordar el pasado para aprender de él y construir un futuro mejor. Es un compromiso con la memoria, la verdad, la justicia y la paz.
La guerra de Malvinas es una herida que aún no ha cerrado. Pero con memoria, reflexión y compromiso, podemos convertirla en una oportunidad para construir un futuro más próspero y pacífico para la Argentina.
El diálogo y la negociación, no las armas, son el único camino para resolver la cuestión Malvinas que involucra además de la soberanía territorial, la soberanía sobre los bienes naturales como el petróleo y la pesca existentes en nuestro Mar Argentino.